1.12.07

La victoria contundente de Cristina Fernández de Kirchner con el 45,29% de los votos y más de 22 puntos de ventaja sobre el segundo, expresa el respaldo mayoritario de los sectores asalariados, de los profesionales, de la pequeña y mediana industria, de la clase media y baja como así de las capas más empobrecidas de la sociedad que sufrieron en carne propia las políticas socio-económicas de la década del 90 y principios del 2000. Es un voto de confianza a lo realizado hasta ahora, pero fundamentalmente es una exigencia esperanzada de profundización de medidas que tiendan a una mejor redistribución del ingreso y a seguir bajando los índices de pobreza a través de trabajo para todos.
Claro, cumplir con estas exigencias no es gratutito. Parece comprenderlo la presidenta electa cuando dice (la bastardilla es nuestra):
No me parece representativo, ni democrático, ni republicano intentar representar al cien por ciento. Es una de las principales cuestiones que se están planteando en Europa, la indiferenciación de proyectos incide en el desapego a la política. (…) Institucionalmente represento a todos los argentinos, soy la presidente, es claro. Pero no voy a poder representar “lo que todos quieren” porque la representación de intereses no es lo mismo que la institucional. Sobre todo en economía, las decisiones en economía no son neutras. (…) Lo que tengo que buscar son las decisiones para que la mayoría de los argentinos viva mejor porque, en definitiva, también los demás recibirán beneficios en otros aspectos, por ejemplo en la calidad de vida. La modificación de la distribución del ingreso puede restarles algo pero les conviene vivir en una sociedad integrada, sin ghettos.