21.3.08

¿Qué me querés decir?

Hace un tiempo atrás, leyendo blogs interesantes, me encontré con una palabreja de moda y uso cotidiano entre "politólogos" y "cientistas sociales" (algún que otro blog, un libro de Borón): clivaje. Después de semanas y meses de toparme con ella, decidí averiguar de qué venía el término (si, soy jovato y medio ignorante de las corrientes de moda...) y hete aquí que el tan traído y llevado término es una castellanización del muy francés "clivage" que significa, lisa y llanamente, "división". Esta semana me topé con un jugoso ensayo que no conocía, que me aclaró el asunto. Dice el mismo en uno de sus párrafos:

Se usan palabras y expresiones extranjeras, como cul de sac, ancien régime, deus ex machina, mutatis mutandis, statu quo, Gleichschaltung, Weltanschauung para dar un aire de cultura y elegancia. Salvo las abreviaturas útiles i.e., e.g. y etc., no hay ninguna necesidad real de los centenares de locuciones extranjeras que hoy son corrientes en el lenguaje inglés. Los malos escritores, en especial los escritores científicos, políticos y sociológicos, casi siempre están obsesionados por la idea de que las palabras latinas o griegas son más grandiosas que las sajonas


Sustituya el lector "sajonas" por "castellanas", "inglés" por "castellano" y algunos de los vocablos por otros de uso frecuente en esta época y la crítica no pierde un ápice de su fuerza. Me viene ahora a la memoria el uso de latinazgos en el mundo económico, pongamoslé...
Y para ir terminando, un párrafo que me hubiera gustado escribir cuando leí la entrada de La Barbarie acerca de la supuesta diferenciación entre el neologismo " facho" y una acusación formal de fascismo:

Se abusa asimismo de muchos términos políticos. El término fascismo hoy no tiene ningún significado excepto en cuanto significa «algo no deseable». Las palabras democracia, socialismo, libertad, patriótico, realista, justicia tienen varios significados diferentes que no se pueden reconciliar entre sí. En el caso de una palabra como democracia, no sólo no hay una definición aceptada sino que el esfuerzo por encontrarle una choca con la oposición de todos los bandos. Se piensa casi universalmente que cuando llamamos democrático a un país lo estamos elogiando; por ello, los defensores de cualquier tipo de régimen afirman que es una democracia, y temen que tengan que dejar de usar esa palabra si se le da un claro significado. Las palabras de este tipo se emplean a menudo de forma deliberadamente deshonesta. Es decir, la persona que las usa tiene su propia definición privada, pero permite que su oyente piense que quiere decir algo bastante diferente. Declaraciones como «El Mariscal Pétain era un verdadero patriota», «La prensa soviética es la más libre del mundo», «La Iglesia Católica se opone a la persecución» casi siempre tienen la intención de engañar. Otras palabras que se emplean con significados variables, en la mayoría de los casos con mayor o menor deshonestidad son: clase, totalitario, ciencia, progresista, reaccionario, burgués, igualdad.

Es que, como sostiene en otro párrafo:
O el escritor tiene un significado y no puede expresarlo o dice inadvertidamente otra cosa o le es casi indiferente que sus palabras tengan o no significado. Esta mezcla de vaguedad y pura incompetencia es la característica más notoria de la prosa inglesa moderna y en particular de toda clase de escritos políticos. Tan pronto se tocan ciertos asuntos, lo concreto se disuelve en lo abstracto y nadie parece capaz de emplear giros del lenguaje que no sean trillados: la prosa emplea menos y menos palabras elegidas a causa de su significado y más y más expresiones unidas como las secciones de un gallinero prefabricado.

Como para ir abriendo el debate sobre qué decimos cuando decimos lo que decimos...